miércoles, 18 de noviembre de 2009

RT.


Hurgueteando en el bolsillo de mi chaqueta, busco el esquivo pase…me subo a la micro repleta, no me queda otra que quedarme al lado del chofer, me acomodo lo que más puedo para un viaje de 30 minutos.
Sin darme cuenta empiezo a ver a los demás pasajeros, los cuento, veo sus estaturas y me comparo con ellos, -nunca soy el más alto de algún lugar-pienso, siempre término medio, sin resaltar en lo más mínimo. Me fijo en los pasajeros sentados, -que envidia-, que dolor de pies, pienso. Una pareja de no más de 18 años capturó mi atención por completo, en realidad eran ellos dos más su bebé, en el vientre de la niña. Los recuerdos brotan, la nostalgia vuelve a florecer, ver la felicidad de ellos me hace viajar y verme en esa posición, pasado agridulce, dejo amargo, final inolvidable, pero por lo triste. El besa su vientre, su bebé. Luego besa las manos de la madre, ambos felices, sus ojos brillan, brillan de verdad, me imagino en su posición, porque lo viví, porque lo anhelo, porque fue mi realidad por 4 meses, porque lo extraño, porque de verdad te amo Patricia, porque no hay día que no recuerde que fui padre y tú madre, porque no hay noche no sueñe con ello, porque te amo y lo haré por siempre, porque estaré contigo en todo momento, querida, necesitamos esto.
Te llamé a tu celular, necesitaba escuchar tu voz, nunca digo lo que pienso, lo que siento, pero con solo sentirte me tranquilicé, la conversación se termino con un “te amo” de mi parte. Vuelvo a mirar a los chicos sentados próximos a mí, él le habla que cuando Benjamín fuese grande… y no puedo evitar volver a llamarte; ya que la tristeza volvía a arremeter, esta vez nublando mi vista.