martes, 1 de julio de 2008

Volver.


El bus se asoma al final de la calle, se acerca rápidamente, miro tu cara, no sé si estas desconcertada, feliz por el vuelco de la situación o ansiosa por mi ida a la mierda. Me despido con un beso en la mejilla. Al primer escalón pisado del vehículo una lágrima rueda por mi seco rostro, la muy maldita se escapó, muerta cae al suelo, olvidada y jamás pensada se evaporó en una milésima de segundo. Te miro de reojo, no sé cómo pude creer que me querías, que mis besos te gustaban, mi presencia te llenaba. Pensé que te gustaban mis ojos, mis manos, mi piel, mi pelo, mis labios, mi cuello, que me deseabas, que me amabas. Nunca me di cuenta que todo lo que te di no fue suficiente, que con vaciar mis manos sobre las tuyas y mecerte con mis ojos al verte sonreír no serviría de nada.

Insistencia tras insistencia, no estoy hecho para súplicas, basureado, derrotado me dirijo a Santiago, la cabeza gacha más el maldito sentimiento de haber vuelto a hacer las cosas mal, miro por primera vez a través de la ventana y veo que ya es de noche, luces amarillas, blancas y rojas pasan por mis ojos, como destellos de imbecilidad, la luna me mira con cara de enojo, las estrellas no están, se escondieron para no verme, para no compadecer a este estúpido que va por un camino equivocado.

Tu severo silencio me caló en lo más profundo, al preguntar algo el hielo de tu indiferencia se hacía presente, olvidando las palabras mencionadas con anterioridad. Respóndeme algo, toma mis manos, mira mis ojos, besa mis labios, no puedo pedir nada más obvio, nada más consecuente con mis sentimientos.

Llego a la estación, esa en que tantas veces estuvimos, para despedidas tristes pero no melancólicas, tristes solo por el hecho de separarnos. Creo que la melancolía es el peor trago de sentimiento que puedes beber, pobre en argumento pero letal para gente que ama (como yo), la melancolía sirve para revivir momentos que pudiste haberlos vivido hace unas horas, meses, años o décadas, pero sentirás el mismo dolor, en cualquier momento, solo tienes que volver al pasado.

Camino por las tiendas, antes de llegar al metro. Necesito tu voz, necesité que me frenaras en mi afán de subir al bus, tu sabes que no quería hacerlo, que quería que me abrazaras, me detuvieras, me tomaras de las manos y que me dijeras que todo lo que yo pienso está mal, que si te gusto, que si me amas, que te encanta mi forma de ser; sin embargo, al irme no vi un músculo de tu cara contraerse, tus brazos cruzados no se movieron un milímetro, tu mirada se perdió en el vacío y me dejaste ir, resignada, como si hubiese muerto.

El viaje de regreso continúa, transcurre con toda normalidad para ojos ajenos, pero mi interior se retuerce, porque mi alma se quedó contigo, yo lo sé, lo intuyo, siento hambre de ti, me odio, no soporto que no estés conmigo, no lo logro, prefiero tu hielo que el calor triste de tu ausencia.

Mil preguntas saltan en mi mente, lanzadas con el latir de mi corazón, mi mete dibuja una vez más tu rostro, te imagino en tu pieza pensado en cómo darle fin a todo, por dignidad debería hacerlo yo, pero me es imposible, mi alma te pertenece, mis manos, mis ojos volcados en los tuyos, me rehúso a perderte, no consigo pensar en otra cosa que no sean tus labios, quiero un beso tuyo, tan inquietante, suave, hermoso, como mil soles, rostro de plata, mi linda obsesión, quiero un sorbo de tu amor, un sorbo más, tranquilízame, inquiétame de nuevo, llámame con la voz de tus ojos, perfectos ojos, perfecta: TE AMO.