Me lavo las manos, me mojo la cara con el agua que logro capturar con ellas, reparo en mi rostro: el contorno de mi cara, las gotas que se lograron escabullir sobre mis mejillas y llegaron a mi boca, felices de tocarla, triunfantes, se pasean por mis labios y ruedan hasta mi mentón dejando una estela detrás de sí mismas. Mis ojos vacios, con exageradas ojeras se miran a sí mismos. Mecánicamente miro mi reloj, son pasadas las 2 de la madrugada, sin nada más productivo que hacer ese día, y, resignándome a que este murió para mí. Arrastro mis pies a la cama. Acostado ya en mi colchón me fijo en la luz que logra colarse por la ventana, silencio absoluto en mi casa, un silencio que no me deja escuchar ni mis propios pensamientos. Me dio calor, maldito cobertor, lo tiro a los pies de la cama, me quedo solo con las sábanas.
Cuando me siento vacio, pienso que la vida es muy mala conmigo, sin corazón, sin importarle cuan mal la paso, cae una tras otra, sin descanso, no puedo, trato de pensar cosas positivas, siempre caigo infértil en mi intento, a veces soy un muerto en vida, redactar esto me desahoga, seguro que sí.
Pensar en la muerte como una solución: absolutamente viable, medio de escape, respiro, punto final a problemas y dolencias del corazón, esos que no se quitan con un jarabe o pastilla, sin embargo soy muy cobarde hasta para eso, no me atrevo, pienso en mis padres, la decepción y el sufrimiento que les daría, los amo demasiado, no lo haré.
Seguir la vida pero inerte, como tocar un piano sin alma, estar con alguien sin amarlo, escuchar una canción que no te gusta por complacer a alguien, ver un partido de futbol sin que ningún equipo te guste, reírte de un chiste fome, sigo mi vida y las acciones que tomo son por instinto.
Nuevamente extraño, nostalgia por momentos de sueños, manos frías, lluvia de sonrisas inyectadas como suero, caricias de rayo, abrazos de luna, besos de relámpago, piel de estrella, nuevamente extraño un amor como la noche, la noche más hermosa de mi vida.
Absorto en mis pensamientos, veo un zancudo posado en mi brazo, le presto atención: el muy maldito me succiona la sangre, centímetro a centímetro, pero no importa, llegamos a un acuerdo.
Veo mi reloj: tres y media, no consigo dormir, me concentro en ello pero no puedo, a mi cerebro le gusta pensar cosas crueles dirigidas a mi persona, debería crear anticuerpos contra él. Me desespero, quiero una solución a mi gran pena en este momento, pero si lo analizo, no quiero respuestas anticipadas, soluciones a la rápida, tampoco quiero depresiones reprimidas, no quiero que vivan la vida por mí, ¡El karma es mío señores…!
No quiero palabras de plástico, sensaciones falsas, personas irreales, personajes, no quiero más personajes en mi vida, mi historia.
Me siento en la cama, saco los pies, deseosos de pararse, besar el suelo, sentir la alfombra bajo ellos, mis manos tapan mi cara, aun así, logro ver la luz que se cola por mi ventana y cae tranquilamente al suelo, sin preocupaciones, vuelvo a tumbarme boca arriba sobre la cama, resignado a ver el alba, sin una pizca de sueño, cierro mis ojos en aprobación al momento transcurrido, mi momento, mi vida.